En peligro muchas variedades de maíz criollo mexicano

En México enfrentamos una pérdida de diversidad de maíces criollos. En los próximos 30 años podríamos perder hasta el 61% de las variedades criollas mexicanas, lo que sumaría una caída acumulada del 81% desde principios de siglo. Dicha pérdida es sumamente grave, pues estas variedades históricamente cultivadas por pequeños productores en las zonas rurales no solo son un pilar fundamental de nuestra cultura y alimentación, sino que también son nuestra principal herramienta para enfrentar el cambio climático.

La pérdida de diversidad obedece a dos causas principales:

  1. Baja rentabilidad: los precios de mercado no valoran las características úni-cas de estos granos, por ejemplo, el hecho de que son usados para elaborar comidas tradicionales, en rituales culturales y en la preparación de reme-dios caseros.
  2. El envejecimiento de los productores de maíz y la escasez de jóvenes en la agricultura, factores que representan un riesgo adicional para la continui-dad del cultivo de maíces criollos.

Aunque la pérdida de diversidad de maíces criollos tiene un impacto en la soberanía alimentaria del país en general, afecta más directamente a los pequeños productores en áreas rurales, pues su subsistencia depende en gran medida de la producción de este grano.


Estos agricultores se caracterizan por cultivar en terrenos que dependen del riego por lluvia, tienen bajos rendimientos agrícolas, poca capacitación técnica y destinan la mayor parte de su producción de maíz al autoconsumo. Además, enfrentan altos niveles de pobreza, lo cual dificulta su capacidad para invertir en tecnología agrícola y adquirir los insumos necesarios para una mayor producción.


Para frenar la pérdida de esta diversidad se propone implementar un programa integral de conservación dirigido a pequeños productores rurales en situación de pobreza alimentaria, el cual consta de tres componentes:

  1. Otorgar un pago mensual por servicios de conservación, equivalente al costo de la canasta básica alimentaria, a los productores que cultiven maíces criollos.
  2. Brindar asistencia técnica para aumentar el rendimiento de los maíces criollos bajo su cuidado.
  3. Promover la creación de espacios de venta de productos elaborados con maíces criollos a precios justos.

Ya existen registros de proyectos que han aplicado el primer componente y de los impactos positivos que generan. Por ejemplo, según los resultados del Proyecto TEEB AgriFood Maíz-Milpa, el pago mensual por servicios de conservación genera un aumento en la producción, el autoconsumo y los ingresos de los beneficiarios. Todo esto sin generar externalidades negativas que afecten al resto de los productores, ni a la producción agrícola rural o a otros sectores económicos. Además, el programa no conlleva una demanda adicional de agua de riego ni un uso extra de la tierra.


El costo fiscal del pago por servicios de conservación sería de 2,900 millones de pesos anuales. Este monto representa aproximadamente el 19% del presupuesto del programa agrícola más grande de México, el Programa Producción para el Bienestar.


En términos de políticas similares en el pasado, podemos hablar del Programa de Conservación de Maíz Criollo (PROMAC), el cual daba apoyos a través del pago por conservación, actividades destinadas al fortalecimiento comunitario y financiamiento de proyectos productivos. Sin embargo, la cobertura de dicho programa alcanzó a menos del 7% de los productores de maíz criollo y los operadores de campo no tenían la capacitación necesaria para asesorar a los productores en cuanto a mejores prácticas agrícolas.


En 2022, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural implementó el proyecto “Desarrollo Territorial en Pueblos Indígenas que Custodian Maíces Nativos en México”, cuyo objetivo era fomentar la conservación, producción, aprovechamiento y uso sustentable de los maíces nativos. Este programa promovió la creación de bancos comunitarios de semillas y brindó capacitación a los productores para mejorar sus habilidades en la selección de las mismas. No obstante, la cobertura de la población objetivo fue sumamente baja: aproximadamente 2,000 productores.


En general, ninguna de las dos iniciativas cuenta con suficientes evaluaciones que documenten si tuvieron los efectos esperados, por lo que es necesaria la implementación de un programa eficaz, amplio y de gran alcance.

Con información del Dr. Alan Hernández Solano, investigador del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) de la Universidad Iberoamericana.

Referencias:

  1. Hernández-Solano, Alan, Véronique
    Sophie Avila-Foucat, and George A. Dyer.
    “Estimating shadow prices in economies with multiple market failures.” Plos one 18.11 (2023): e0293931.
  2. Hernández Solano, A., Dyer, G.A., T.C. Camacho Villa, T. Sulser, J. Becerril García, S.I. Burrola Méndez, K. Sonder, P. Meza Pale, A. Zepeda Villareal, M.M. Ancira Moreno, C.I. Ramírez Silva, R. Rendón Medel y J.A. Serratos Hernández (2021) Reporte Técnico Final del Proyecto TEEBAgriFood Maíz-Milpa. Resumen en extenso para el Comité Directivo del proyecto. Ciudad de México, México
  3. Garibay-Velasco, Ricardo María. “Maíz
    criollo en Áreas Naturales Protegidas: avances, límites y retrocesos en la política pública.”
    En Gómez-Martínez, Emanuel., Biodiversidad
    y políticas públicas en México. Chapingo, Texcoco, Estado de México (México): Universidad Autónoma Chapingo. (2022).
  4. Pelcastre, Vladimir, et al. “Perspectives on native maize conservation in Mexico:
    a public programme analysis.” Environmental Conservation 48.1 (2021): 33–40.