Plomo en alimentos infantiles, tema urgente en México

Ficha de Política pública

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Popularmente se dice que “infancia es destino”, pues es bien sabido que las experiencias vividas durante la niñez definen partes fundamentales de las personas en que nos convertiremos. Esta sentencia opera tanto en un nivel psicológico —pues nuestros traumas, miedos y herramientas emocionales provienen de los primeros años de infancia— como a nivel fisiológico, pues los hábitos desarrollados durante la niñez, así como las enfermedades padecidas, pueden llegar a tener efectos permanentes en el desarrollo de nuestras mentes y cuerpos.


El desarrollo de las primeras vacunas durante los siglos XIX y XX permitió la inoculación de la población infantil y reducir así los efectos devastadores que algunas enfermedades producían en los niños. Sin embargo, incluso hoy en día, el consumo involuntario de ciertas sustancias por parte de menores sigue generando graves trastornos y perjuicios a su salud.

Uno de los problemas más prevalentes en México es la intoxicación por plomo en niños. Se estima que 1 de cada 5 niños entre 1 y 4 años padece intoxicación por plomo en nuestro país. Esta cifra representa a más de 1.4 millones de mexicanos en edad preescolar. Junto con Turquía, México es el país de la OCDE que promedia el mayor número de años de vida perdidos por discapacidades asociadas a la intoxicación con plomo.

Incluso en niveles bajos, la presencia de plomo en la sangre puede tener efectos devastadores y permanentes en la niñez mexicana. Se asocia la intoxicación por plomo a pérdidas de coeficiente intelectual (IQ) lo que conduce a mayores tasas de fracaso escolar, trastornos de comportamiento y disminución de productividad. Se estima que estos efectos generan pérdidas económicas globales de casi $1 billón de dólares al año.

Si bien la presencia de niveles elevados de plomo en los niños puede asociarse al contacto con la madre durante la gestación, otra de las principales vías de intoxicación es la presencia de plomo en alimentos infantiles.

Afortunadamente este problema tiene soluciones prácticas y aplicables que deben orientarse a prevenir la intoxicación desde su origen, es decir, los productores de fórmulas y otros alimentos consumidos por menores. Las autoridades, la industria y los productores primarios deben garantizar la seguridad de las materias primas y de los procesos que se utilizan en los productos, así como asegurarse que estos cumplen con los límites internacionales estipulados.

Concretamente se propone un “Programa de monitoreo proactivo y constante de metales pesados en formulas y alimentos infantiles”. Este programa tendría 3 objetivos específicos:

  1. Actualizar los límites máximos permisibles de plomo, mercurio, cadmio y arsénico en fórmulas y alimentos infantiles en concordancia con organismos internacionales
  2. Establecer lineamientos y protocolos oficiales de monitoreo que obliguen a las compañías productoras de fórmulas a garantizar la inocuidad de sus productos.
  3. Construir junto con las autoridades un plan de contingencia para identificar, detener y eliminar alimentos cuando se sospeche que se ha producido una contaminación.

Un monitoreo estricto de estos procesos y niveles por parte del Estado puede generar un impacto positivo casi inmediato en la salud de los menores, pues se estima que la vida promedio del plomo en la sangre es de un mes. Detener la ingesta involuntaria de plomo por parte de los niños debe ser considerado como una prioridad en temas de salud de las infancias. Así como la difusión de campañas de prevención orientadas a los padres y la vigilancia conjunta del gobierno, la industria y los productores primarios.

* Con información de la Dra. Alejandra Cantoral, investigadora del departamento de salud de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

Referencias:

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